La agricultura protegida paga más y absorbe más CO2

Quien recorra la ribera del lago de Chapala verá cada vez menos superficies abiertas y sembradas de maíz o chayote, como las que solían verse, y cada vez más hectáreas cubiertas con cortinas de plástico transparentes o con mallasombras, y es que en esa zona de Jalisco, como en otras en el país, cada vez más personas dejan la agricultura tradicional y se cambian a la “agricultura protegida”, a los invernaderos y otras formas de sembrar que, aunque necesitan más inversión, dejan también más dividendos al final. Un artículo en Ecological Economics sugiere que este cambio no sólo será más rentable para los agricultores: también favorece muchos servicios ambientales que nos son fundamentales.

Chapala no es el único lugar de México en el que la plasticultura, como también se le dice a la agricultura protegida, ha ido cobrando fuerza. Según la Secretaría de Agricultura, en la década pasada la superficie cubierta con mallasombras e invernaderos pasó de 721 hectáreas a más de nueve mil. La razón es sencilla: si una hectárea de jitomate a campo abierto produce 40 toneladas del fruto rojo, la productividad se multiplica por cuatro si se usan mallasombras y por ocho si se instalan viveros más o menos tecnificados.

En China ocurrió una transición parecida a la que vive México, pero como todo en el país asiático: en cantidades y velocidades impresionantes. En 20 años, la superficie cosechada con plasticultura aumentó en 2.5 millones de hectáreas. Para evaluar el impacto ambiental de este cambio, Jle Chang y su equipo estudiaron cómo se afectaban varios servicios ambientales de la agricultura. El cuadro que pintan en su artículo no es nada desalentador: aunque la plasticultura emite más gases que afectan la capa de ozono, también absorbe más CO2, retiene mejor la tierra y requiere menos agua. Sumando debes y haberes, Chang y sus colegas concluyeron que la plasticultura es de lo más rentable tanto para los agricultores como para el medio ambiente.

Por supuesto, todo trae sus peros: la plasticultura, como su nombre indica, genera una enorme cantidad de desechos de plástico. Sin embargo, si estos se manejan bien y reciclan, o se sustituyen por materiales biodegradables, hay un problema menos, y varios servicios ambientales más.