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Red de expertos sobre cultivo de tilapia busca potenciar desarrollo social y seguridad alimentaria en México
En el año 2012, instituciones académicas, en conjunto con la organización Worldfish, crearo la Red de Tilapia para impulsar la reproducción de esa especie e incrementar su consumo.
Francisco Javier Martínez Cordero, profesor investigador y titular del Laboratorio de Economía Acuícola y Prospectiva del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A.C. (CIAD) Mazatlán, comentó que en 2013 Worldfish tuvo interés por iniciar trabajos en México en alguna especie que permitiera el desarrollo social del sector productivo Micro Pequeña y Mediana Empresa (Mipyme) y que, además, combatiera la pobreza.
En Río+20 se buscará crear una organización mundial para el medio ambiente
Cien países se han manifestado a favor de la creación de una organización mundial para el medio ambiente. El tema, propuesto por Francia, podría discutirse en la cumbre de la ONU+20 de Río de Janeiro. Al respecto el embajador francés para temas ambientales, Jean-Pierre Thebault, señaló que «Un centenar de países dijeron estar a favor de una organización mundial de medio ambiente, lo cual sólo representa la mitad» de los Estados que en la Cumbre de Río de 1992 se comprometieron a impulsar el “desarrollo sostenible
La cumbre Río+20 se realizará en junio de 2012, 20 años después de la Cumbre de la Tierra, que reunió en Río de Janeiro a más de 100 mandatarios y de la cual se desprendió un plan de acción para el desarrollo sostenible. Río+20 buscará debatir un modelo económico verde para el planeta, el cual tenga en cuenta no solo la cuestión ambiental, sino que incluya en sus metas soluciones al desafío que representa la inclusión social y la erradicación de la pobreza.
Respecto a la creación de un organismo internacional para le medio ambiente, Thebault consideró que existen organizaciones mundiales para el comercio (OMC), para el trabajo (OIT), pero no existe una que coordine los esfuerzos en materia medio ambiental. «En materia de medio ambiente, hay más de 500 acuerdos y convenciones sin coordinación entre ellos. Es una selva», dijo el funcionario francés.
Entre las opciones que se están considerando está la transformación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en una agencia internacional. También se ha pensado en convertir al Consejo Económico y Social de la ONU en el Consejo Económico y Social para el Medio Ambiente.
Una tercera vía sería la creación de la figura de un Alto Comisionado de la ONU en la materia, que sería equiparable con la figura relativa a los derechos humanos.
Algunas ONG han pedido que se instituya una corte internacional de justicia para temas ambientales, propuesta que, según el diplomático francés, no se está considerando.
Fuente: AFP
El atún, el delfín, Dolphin Safe y la OMC
Un pánel de la Organización Mundial de Comercio (OMC) acaba de dar un duro golpe a una etiqueta supuestamente ambientalista de Estados Unidos, según el Washington Trade Daily. Se trata de la etiqueta Dolphin Safe, sin la cuál ninguna lata de atún puede entrar al mercado estadunidense, y que garantiza que el atún se pescó sin cercar delfines. Aparentemente, la decisión de la OMC va contra el medio ambiente, pero en realidad podría ser un gran empujón a la explotación sustentable de los recursos pesqueros.
Por alguna razón que los científicos no alcanzan a entender, a los atunes de la costa americana del Pacífico les gusta la sombra. Cuando son pequeños, antes de reproducirse, se aglomeran bajo cualquier objeto flotante que encuentran y conviven con tiburones, tortugas, mantarrayas y decenas de otras especies. Cuando crecen, en cambio, prefieren nadar a la sombra de los delfines. Y a los humanos nos gusta pescarlos.
México y otros países del continente aprovechan este gusto del atún por nadar debajo de los grupos de delfines que atraviesan el Pacífico de cabo a rabo. Durante décadas, esto se hizo de la peor manera: se cercaban los delfines, se cerraban las redes por debajo y se levantaban con todo lo que había dentro. Sin embargo, hace años que esta práctica se corrigió, gracias a la Comisión Inter Americana del Atún Tropical, que impulsó un acuerdo para proteger a estos mamíferos marinos. Hoy, cada barco que pesca atún cercando delfines lleva un observador a bordo que garantiza que los delfines fueron liberados antes de subir las redes. Así, una forma muy destructiva de pescar se hizo sustentable: se protege a los delfines, se garantiza que no hay pesca de descarte, y el atún pescado es atún adulto, que ya se reprodujo, por lo que la especie no es amenazada.
Estados Unidos, en cambio, pesca el atún soltando objetos flotantes en el mar para atraer a los atunes más pequeños. Cuando sus barcos cercan estos objetos flotantes con sus redes y las levantan, se llevan no sólo atunes que no se han reproducido aún, sino decenas de otros peces y animales marinos que ni la deben ni la temen, y muchos de los cuáles están en peligro de extinción. Para hacer más grave la cosa, Estados Unidos prohíbe de hecho la importación a su territorio de atún pescado con cercos sobre delfines, usando la etiqueta Dolphin Safe y sus derivados, las únicas autorizadas para anunciar un atún como sustentable, que México había desafiado ante la OMC. De esta forma, se usa una herramienta aparentemente defensora del medio ambiente para impulsar su depredación.
Si, en efecto, la OMC da la razón a México en la controversia que interpuso contra la etiqueta Dolphin Safe, ésta es una estupenda noticia para la protección de las especies marinas. Si se mantuviera Dolphin Safe, las compañías pesqueras de toda América tendrían incentivos para sacrificar el medio ambiente y defender sus mercados. En cambio, si ésta sí fue declarada ilegal, podrán seguir pescando cercando a los delfines y liberándolos después, como han hecho hasta ahora con mucho éxito, y con mucha sustentabilidad.
La pesca, los subsidios y el colapso, y VI: ¿qué pasa en México?
La pesca del mundo está acercándose cada vez más al colapso. ¿Por qué, siendo el mar tan ancho y el pescado tan abundante? En esta serie de seis artículos que publicaremos a lo largo de esta semana, intentaremos responderlo, y explicar el papel que juegan los subsidios gubernamentales en esta espiral que amenaza con dejarnos sin cocteles ni ceviches.
El gobierno federal mexicano tiene una docena de programas de subsidios a la pesca, que en el Presupuesto de Egresos de la Federación de 2011 sumaron 3 mil 545 millones de pesos. Estos programas (como todos los que van destinados al campo) están agrupados en el Programa Especial Concurrente para el Desarrollo Rural Sustentable. El Programa Especial Concurrente, a su vez, está dividido en varios componentes, que se rigen por las Reglas de Operación que la Secretaría de Agricultura (Sagarpa) publica cada año.
En el componente que se refiere al Apoyo a la Inversión en Equipamiento e Infraestructura se incluyen los recursos para acuicultura y similares y de competitividad, que buscan “incrementar los niveles de capitalización de las unidades económicas pesqueras y acuícolas a través del apoyo subsidiario a la inversión en bienes de capital estratégicos para equipamiento e infraestructura”. Estos programas suman 925 millones de pesos.
También se contempla un fondo de electrificación para granjas acuícolas, con 190 millones de pesos, y un programa de Modernización de la Flota Pesquera y Racionalización del Esfuerzo Pesquero, que busca reducir el consumo de combustible de las embarcaciones. Este último tiene un presupuesto de 520 millones de pesos. Además, para el ejercicio fiscal de 2011 se etiquetaron recursos por 50 millones de pesos, que buscan aprovechar mejor la diversidad genética de la pesca.
En México hay un apoyo muy fuerte a los pescadores para que el dinero no se les vaya todo en combustible. En sus dos vertientes, de diésel marino y de gasolina ribereña, contempla un gasto de 800 millones de pesos. Los hombres de mar mexicanos cuentan también con una garantía contra fenómenos adversos, de 150 millones de pesos, y con un fondo para el desarrollo de mercados para su producto de 20 millones de pesos.
Dentro del programa de Sustentabilidad de los Recursos Naturales se establecen además dos programas. El primero, de Disminución del Esfuerzo Pesquero, cuenta con un presupuesto de 250 millones de pesos y busca “el retiro voluntario de embarcaciones que integran la flota mayor”. El segundo, de ordenamiento pesquero y acuícola, cuenta con 300 millones de pesos para generar instrumentos y mecanismos de regulación de las pesquerías y para “inducir el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales”.
Además, hay varios programas que, aunque no van destinados explícitamente a la pesca, sí la afectan. Es el caso, por ejemplo, de los recursos para sanidad animal, o los de vigilancia del mar, que no van directamente etiquetados para el mar, pero de los que gozan quienes trabajan en las aguas nacionales.
La clasificación de algunos de los programas según las categorías que propuso el equipo de UBC es relativamente fácil. Así, por ejemplo, el programa de subsidio al Diésel Marino es claramente malo, y el de Disminución del Esfuerzo Pesquero, que además de retirar permisos y concesiones implica el desmantelamiento del barco, es obviamente bueno. Sin embargo, muchos otros son más bien feos, y hay que ir caso por caso para saber cuál es su efecto real en el mar.
La urgencia de decidir qué subsidios mantener, cuáles transformar y cuáles eliminar se hace patente al ver el estado de las pesquerías mexicanas –además, por supuesto, del estado general de las poblaciones de pescadores en términos de pobreza y potencial desperdiciado–.
Otros artículos de la serie:
La pesca, los subsidios y el colapso V: ¿qué permitir y qué prohibir?
La pesca del mundo está acercándose cada vez más al colapso. ¿Por qué, siendo el mar tan ancho y el pescado tan abundante? En esta serie de seis artículos que publicaremos a lo largo de esta semana, intentaremos responderlo, y explicar el papel que juegan los subsidios gubernamentales en esta espiral que amenaza con dejarnos sin cocteles ni ceviches.
La industria de la pesca no es un monolito. Al contrario, bajo esa etiqueta se incluyen actividades tanto en agua dulce como en agua salada, y en tierra, como es el caso de la acuacultura. Los productos que se obtienen de esas distintas aguas también son muy variados: incluyen desde especies con tasas de reproducción tan altas que puede pescarse el 90% de una población sin amenazar su supervivencia, como el camarón, hasta especies de reproducción muy baja y con pocas esperanzas de sobrevivir a las amenazas, como algunas especies de tiburón.
Tampoco la población pesquera es homogénea: como pescadores se identifican tanto las grandes corporaciones que pescan en todos los mares, con flotas enormes, acciones que se venden en varios pisos de remate y miles de trabajadores, como las empresas familiares o los trabajadores del mar por cuenta propia. No es homogéneo ni siquiera el mar del que sacan sus productos: no es lo mismo la pesca de artes menores, que se hace a algunos centenares de metros de la playa, que la pesca de altura, que se hace a muchos kilómetros del litoral. Los artes o instrumentos que se usan para pescar son también distintos, y una tarraya como las usadas por los pescadores a pie de ola no puede entrar en la misma categoría que la pesca de arrastre de grandes profundidades. Todos estos factores deben ser tomados en cuenta al hacer la evaluación de un subsidio a la pesca.
1. ¿Qué se pesca?
Al decidir si un subsidio se parece al bueno de Clint Eastwood o al malo de Lee van Cleef, por seguir con la metáfora del equipo de UBC, uno de los elementos a tomar en cuenta es qué se pesca y cuáles son sus condiciones biológicas. También es importante revisar cuál es el estatus legal de esa especie (¿está protegida? ¿su comercio está permitido?, por ejemplo).
Un subsidio que apoya la pesca de especies protegidas por la legislación del país en cuyo territorio se pesca, o que a pesar de su alta movilidad son parte del ecosistema del litoral de dicho país, no debería ser autorizado. Lo mismo pasa con la legislación internacional: los subsidios a especies en la lista de CITES, o en estados de “en peligro” a “extinta” en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, no deberían estar permitidos.
Lo mismo ocurre con el estado de una pesquería o de un banco. Si un estudio validado por gobiernos u organizaciones internacionales (los estándares a los que se someta la evaluación deben ser validados por los actores involucrados) estima que una pesquería está explotada hasta el límite de su capacidad o más allá de él, no deberían autorizarse fondos gubernamentales para mantener artificialmente vivas las actividades que se desarrollan en ella.
2. ¿Quién pesca?
Casi todos los acuerdos internacionales contemplan un “trato especial y diferenciado” para los países en desarrollo o los países menos desarrollados. Siguiendo esa línea, hay que tener en cuenta quién recibe el subsidio, y quién lo otorga. No es lo mismo un subsidio otorgado por el gobierno de un país en desarrollo, o en una economía pequeña y vulnerable, o por una organización internacional a un país en desarrollo, que los fondos desembolsados por un país desarrollado y con una economía sólida con la capacidad para absorber a quienes dejen el sector.
Tampoco es lo mismo quién, dentro de cada país, recibe el subsidio. Una cosa es financiar la pesca artesanal o de bajura, mantener vivas ciertas comunidades pesqueras por valores que se les otorgan –desde productivos hasta culturales o estéticos– y otra es financiar, de una u otra forma, las actividades de las grandes corporaciones pesqueras.
3. ¿Dónde se pesca?
Un factor que no es nada fácil de determinar es hasta dónde debe llegar la regulación de los subsidios. Los ecosistemas no tienen fronteras claramente definidas, y mucho menos los mares, que interactúan permanentemente y forman un tejido biológico que cubre el planeta entero. Sin embargo, los países sí tienen límites, aunque la soberanía con que ejerzan su autoridad en esos límites está a discusión.
No sólo debe tomarse en cuenta dónde se realiza la pesca y bajo la autoridad de quién (la zona económica exclusiva de un país, una zona bajo la tutela de una organización reguladora regional, aguas internacionales). Además, debe tenerse en consideración si esa pesca es de altamar, si está antes o después del final de las plataformas continentales y si tiene otra serie de características que distinguen esa área específica.
4. ¿Cómo se pesca?
Distintas formas de pesca tienen distintos impactos ambientales. No es lo mismo la pesca de cerco que la de arrastre, y una red no es lo mismo que otra. Hay ciertas formas de pescar claramente destructivas que no deben ser subsidiadas, si queremos seguir comiendo pescado y gozando de los servicios ambientales de la biodiversidad marina.
Hay, por ejemplo, amplio acuerdo sobre la necesidad de eliminar las redes de deriva y la pesca de arrastre. Una forma de hacerlo sería eliminar los subsidios que se les otorgan. Lo mismo ocurre con aquellas técnicas de pesca que, aunque tengan aparatos y aparejos aparentemente sustentables, por la forma en que se usan dañan el ecosistema. La pesca con líneas no es mala en sí, pero puede ser desastrosa dependiendo de la carnada que se uso y el cuidado que se ponga en su despliegue.
Y a todo esto, ¿México dónde está parado? Eso lo veremos en el siguiente y último artículo de la serie.
Otros artículos de la serie:
IV. ¿Qué es, y qué no, un subsidio?
y VI. ¿Qué pasa en México?
La pesca, los subsidios y el colapso IV: ¿qué es, y qué no, un subsidio?
La pesca del mundo está acercándose cada vez más al colapso. ¿Por qué, siendo el mar tan ancho y el pescado tan abundante? En esta serie de seis artículos que publicaremos a lo largo de esta semana, intentaremos responderlo, y explicar el papel que juegan los subsidios gubernamentales en esta espiral que amenaza con dejarnos sin cocteles ni ceviches.
Uno de los principales problemas para lidiar con los subsidios ha sido el de decidir qué se incluye y qué no en la categoría: ¿Los apoyos horizontales, que afectan a todos los sectores, cuentan? ¿Qué se entiende por gobierno? ¿Qué se entiende por industria, o por sector? Además, desde cada perspectiva hay definiciones distintas, dependiendo de qué es lo que se busca explicar.
Según el estudio de UBC, en términos económicos los subsidios son “pagos por gobiernos a consumidores o productores que hacen que el factor costo recibido por los productores sea mayor que el precio de mercado cobrado por los mismos”. También anota que son programas de gobierno que permiten a una empresa aumentar sus ganancias por encima de lo que lo harían sin intervención del organismo público.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico define los subsidios como transferencias financieras gubernamentales. Estos son pagos directos, transferencias de reducción o absorción de costos, servicios generales (desde infraestructura portuaria hasta investigación y desarrollo) y apoyo de mercado (control de precios, etc).
La Organización Mundial de Comercio, por su parte, los define como contribuciones financieras del gobierno. Éstas pueden ser en forma, una vez más, de pagos directos, de impuestos perdonados, de bienes o servicios públicos específicos para el sector, o pagos de seguros o fideicomisos.
La Organización para la Alimentación y la Agricultura de Naciones Unidas (FAO), a su vez, los define como “acciones o inacciones del gobierno que modifican las ganancias potenciales” en el sector. Estas acciones pueden ser positivas –aumentar la ganancias– o negativas –reducirlas–.
En términos ambientales, según cita el estudio de UBC, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) definió los subsidios a la pesca en términos ambientales, como “todo apoyo gubernamental a la industria pesquera que pueda tener un papel importante en animar la sobrepesca”. WWF también advirtió, según el mismo trabajo, que la definición de un subsidio no es neutral: tiene profundas implicaciones en política pública, por lo que se ataca o se apoya y se estudia o se ignora un subsidio según la definición que se tenga de ese instrumento.
Con esto en mente, ahora hay que saber qué atacar y qué permitir. ¿Es lo mismo un subsidio a una gran factoría que a una comunidad de pescadores? ¿Se debe tratar igual a un país en desarrollo que a un país del primer mundo? ¿Y si los afectados por los recortes a los subsidios en realidad no son los responsables del colapso? De esto hablaremos en el siguiente artículo.
Otros artículos de la serie:
V. ¿Qué permitir y qué prohibir?
y VI. ¿Qué pasa en México?
La pesca, los subsidios y el colapso III: los subsidios según UBC
La pesca del mundo está acercándose cada vez más al colapso. ¿Por qué, siendo el mar tan ancho y el pescado tan abundante? En esta serie de seis artículos que publicaremos a lo largo de esta semana, intentaremos responderlo, y explicar el papel que juegan los subsidios gubernamentales en esta espiral que amenaza con dejarnos sin cocteles ni ceviches.
En lógica económica, hay dos problemas fundamentales con los subsidios a la pesca. Por un lado, alteran la relación entre escasez, precio de mercado y costos de producción. Por el otro, esta alteración mantiene en forma y velocidad la triada tóxica descrita por Pauly, provocando sucesivas tragedias de los comunes.
En teoría, y de forma muy esquemática, en ausencia de subsidios la disminución de los recursos en la costa conduciría a una reducción de la oferta real, al aumentar los costos de producción por la necesidad de buscar el pescado más lejos, con mayores inversiones de capital y de trabajo. Esto también haría que aumentaran los precios, provocando una reducción de la cantidad demandada.
El equipo que ha hecho los estudios más profundos y comprehensivos sobre subsidios a la pesca está en la Universidad de British Columbia, y en un artículo reciente definió subsidios a la pesca como “transferencias financieras, directas o indirectas, de entidades públicas al sector pesquero, que ayudan al sector a tener más ganancias de las que de otra forma tendría”. Su trabajo clasifica los subsidios en tres categorías, dependiendo de su impacto en el estado de las pesquerías: hay subsidios buenos, malos y feos, como en el spaghetti western.
Los subsidios buenos (Blondie, o Clint Eastwood en la película), son los que “llevan a una inversión en capital natural hasta alcanzar un óptimo social”. Son, por ejemplo, programas de manejo de pesquerías para garantizar su explotación sustentable, o de investigación y desarrollo de pesca.
Los subsidios malos (Angel Eyes, o Lee van Cleef), son los que llevan a una desinversión de capital natural pesquero desarrollando la capacidad pesquera más allá de la cosecha económica máxima (donde quienes pescan obtienen las mayores utilidades posibles). Son, por ejemplo, subsidios a la gasolina o para la construcción o modernización de barcos, o exenciones fiscales.
Los subsidios feos, como Tuco en la película (Eli Wallach), son ambiguos, ni buenos ni malos a priori. Pueden tener efectos beneficiosos para el medio ambiente o, por el contrario, contribuir a su agotamiento. Son, por ejemplo, programas de apoyo a los pescadores, que pueden provocar que mantengan su profesión aunque quizá no deberían, o que pueden llevar, si se ejercen bien, a un manejo más sustentable de los recursos pesqueros.
Ahora, aún sabiendo esto, todavía hay que bordar sobre qué es un subsidio, porque cómo se defina, explícitamente, implica muchas cosas. Y nadie, hasta la fecha, está del todo de acuerdo en las definiciones de los demás, como veremos en el siguiente artículo.
Otros artículos de la serie:
IV. ¿Qué es, y qué no, un subsidio?
V. ¿Qué permitir y qué prohibir?
y VI. ¿Qué pasa en México?