La pesca, los subsidios y el colapso II: la triada tóxica de Pauly
La pesca del mundo está acercándose cada vez más al colapso. ¿Por qué, siendo el mar tan ancho y el pescado tan abundante? En esta serie de seis artículos que publicaremos a lo largo de esta semana, intentaremos responderlo, y explicar el papel que juegan los subsidios gubernamentales en esta espiral que amenaza con dejarnos sin cocteles ni ceviches.
El doctor Daniel Pauly explicó que la tragedia de los comunes de la que hablamos en el artículo anterior fue consecuencia de una “triada tóxica”. Esta triada perversa está compuesta por tres expansiones distintas, causa y efecto del colapso de sucesivos ecosistemas y poblaciones de especies.
La primera expansión que Pauly cita fue un crecimiento del área geográfica en la que se desarrollaba el esfuerzo pesquero, primero hacia los mares del norte y el Ártico, después hacia los trópicos. Esta expansión fue posible gracias a la industrialización de la pesca y a la aparición de los motores. Esto permitió que no fueran sólo el capitán Ahab y balleneros por el estilo los que pescaran en altamar: el sector entero perdió de vista la tierra.
Hubo también una expansión batimétrica, o sea, de profundidad. Esto implicó, por un lado, un cambio de la pesca y el inicio del aprovechamiento de especies que viven mar adentro. Por el otro, provocó que se explotaran especies de aguas profundas, con baja productividad, gracias a la pesca de arrastre.
Esto, dice Pauly, ha provocado que se alteren las cadenas alimenticias, al reducir el número de depredadores finales. Además, ha desencadenado la tercera expansión, la taxonómica. En esta, los humanos hemos expandido nuestro menú: comemos especies marinas cada vez más cercanas a la base de la cadena alimenticia, llevándola peligrosamente hacia su fin, o las alimentamos a los peces que criamos en granjas, con el mismo efecto.
Estas expansiones, sin embargo, no hubieran sido posibles sin intervenciones que distorsionaron el mercado, las posibilidades de mantener la oferta, y la demanda por parte de los consumidores. Es decir, sin subsidios – buenos, malos y feos, por usar los términos de un estudio de la Universidad de British Columbia que revisaremos en la próxima entrega – no se hubiera llegado a esta situación.
Otros artículos de la serie:
IV. ¿Qué es, y qué no, un subsidio?
V. ¿Qué permitir y qué prohibir?
y VI. ¿Qué pasa en México?