La pesca, los subsidios y el colapso, y VI: ¿qué pasa en México?
La pesca del mundo está acercándose cada vez más al colapso. ¿Por qué, siendo el mar tan ancho y el pescado tan abundante? En esta serie de seis artículos que publicaremos a lo largo de esta semana, intentaremos responderlo, y explicar el papel que juegan los subsidios gubernamentales en esta espiral que amenaza con dejarnos sin cocteles ni ceviches.
El gobierno federal mexicano tiene una docena de programas de subsidios a la pesca, que en el Presupuesto de Egresos de la Federación de 2011 sumaron 3 mil 545 millones de pesos. Estos programas (como todos los que van destinados al campo) están agrupados en el Programa Especial Concurrente para el Desarrollo Rural Sustentable. El Programa Especial Concurrente, a su vez, está dividido en varios componentes, que se rigen por las Reglas de Operación que la Secretaría de Agricultura (Sagarpa) publica cada año.
En el componente que se refiere al Apoyo a la Inversión en Equipamiento e Infraestructura se incluyen los recursos para acuicultura y similares y de competitividad, que buscan “incrementar los niveles de capitalización de las unidades económicas pesqueras y acuícolas a través del apoyo subsidiario a la inversión en bienes de capital estratégicos para equipamiento e infraestructura”. Estos programas suman 925 millones de pesos.
También se contempla un fondo de electrificación para granjas acuícolas, con 190 millones de pesos, y un programa de Modernización de la Flota Pesquera y Racionalización del Esfuerzo Pesquero, que busca reducir el consumo de combustible de las embarcaciones. Este último tiene un presupuesto de 520 millones de pesos. Además, para el ejercicio fiscal de 2011 se etiquetaron recursos por 50 millones de pesos, que buscan aprovechar mejor la diversidad genética de la pesca.
En México hay un apoyo muy fuerte a los pescadores para que el dinero no se les vaya todo en combustible. En sus dos vertientes, de diésel marino y de gasolina ribereña, contempla un gasto de 800 millones de pesos. Los hombres de mar mexicanos cuentan también con una garantía contra fenómenos adversos, de 150 millones de pesos, y con un fondo para el desarrollo de mercados para su producto de 20 millones de pesos.
Dentro del programa de Sustentabilidad de los Recursos Naturales se establecen además dos programas. El primero, de Disminución del Esfuerzo Pesquero, cuenta con un presupuesto de 250 millones de pesos y busca “el retiro voluntario de embarcaciones que integran la flota mayor”. El segundo, de ordenamiento pesquero y acuícola, cuenta con 300 millones de pesos para generar instrumentos y mecanismos de regulación de las pesquerías y para “inducir el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales”.
Además, hay varios programas que, aunque no van destinados explícitamente a la pesca, sí la afectan. Es el caso, por ejemplo, de los recursos para sanidad animal, o los de vigilancia del mar, que no van directamente etiquetados para el mar, pero de los que gozan quienes trabajan en las aguas nacionales.
La clasificación de algunos de los programas según las categorías que propuso el equipo de UBC es relativamente fácil. Así, por ejemplo, el programa de subsidio al Diésel Marino es claramente malo, y el de Disminución del Esfuerzo Pesquero, que además de retirar permisos y concesiones implica el desmantelamiento del barco, es obviamente bueno. Sin embargo, muchos otros son más bien feos, y hay que ir caso por caso para saber cuál es su efecto real en el mar.
La urgencia de decidir qué subsidios mantener, cuáles transformar y cuáles eliminar se hace patente al ver el estado de las pesquerías mexicanas –además, por supuesto, del estado general de las poblaciones de pescadores en términos de pobreza y potencial desperdiciado–.
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