Valor Ambiental de la Isla San José (Tercera Parte: Bosques de Macroalgas)

Las macroalgas son productores primarios presentes en prácticamente todas las zonas costeras. Se consideran la base de ecosistemas sumamente importantes, específicamente en las costas influenciadas por aguas frías, que son ricas en nutrientes (debidos a surgencias), y en cuerpos costeros semicerrados como lagunas costeras, bahías y golfos. Además de proveer biomasa vegetal, producir oxígeno y funcionar como sumideros de carbono, también proveen alimento y son hábitat de numerosas especies, algunas de gran interés comercial.

En el Golfo de California (GC), donde se ubica la Isla San José, existen al menos 55 especies de algas con potencial comercial, así como un número similar para las costas del Pacífico de la Península de Baja California (PBC). El  conocimiento actual sobre la función de las macroalgas en el ecosistema se basa principalmente en estudios concretados en la PBC y en la zona oeste del GC. Dichas zonas son las únicas de México donde se explotan comercialmente las macroalgas, particularmente cuatro especies: Macrocystis pyrifera, Gelidium robustum, Chondracantus canaliculatus (en la PBC) y Gracilariopsis lemaneiformis (en el GC). De ahí que la Isla San José sea considerada un sitio prioritario con bosques de macroalgas.

Para el resto de los mares mexicanos prácticamente no hay estudios que ayuden a inferir la relevancia de las macroalgas en el ecosistema.

La costa de la PBC está dominada por grandes mantos de algas pardas, mejor conocidos como “bosques de sargazos” (también les llaman «bosques de kelp» o «bosques de laminariales»). Tales mantos son conformados en su mayoría por Macrocystis pyrifera, que suele rebasar los 30 m de longitud; y cuyas tasas de crecimiento son de las más altas del mundo para un productor primario, dando lugar a un ecosistema altamente diverso. En cuanto a algas, los bosques de kelp son los más aprovechados a nivel comercial en nuestro país, pues de ellos se cosechan alrededor de 40,000 toneladas en peso fresco, de las que se extraen alginatos y otras sustancias como emulsificantes.

Estos bosques funcionan como importantes barreras naturales, ya que disminuyen la fuerza destructora de las olas y protegen la línea de costa. Además, contribuyen a fijar el carbono generado de manera natural o por la actividad humana, producen materia orgánica y energía, mantienen la calidad del agua y estabilizan el sustrato marino.

Los bosques de algas también brindan hábitat a una gran número de organismos de gran importancia pesquera para México, como son: el abulón (Haliotis spp.), la langosta espinosa (Panulirus interruptus), el caracol de California (Aplisia californica), el erizo púrpura (Strongylocentrotus purpuratus) y el pepino de mar (Parastichopues parvimensis).

En cuanto a los principales impactos y amenazas de estos ecosistemas, podemos mencionar a las tormentas, la abundancia de organismos herbívoros (consecuencia del exceso en la cacería y pesca de sus depredadores) y los fenómenos climáticos que afectan la temperatura y los nutrientes —como el fenómeno del NIÑO—, que pueden reducir la cobertura de estos bosques en un 90%.

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Fuente: Lara-Lara, J.R., et al. 2008. Los ecosistemas costeros, insulares y epicontinentales, en Capital natural de México, vol. I: Conocimiento actual de la biodiversidad. CONABIO, México, pp. 109-134 / Biodiversidad mexicana – CONABIO.