Evalúan en Aguascalientes resistencia de plagas a insecticidas

plagas-insecticidasAlberto Margarito García Munguía, investigador de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA), llevó a cabo un estudio sobre la susceptibilidad de diversos insecticidas en plagas agrícolas de dicha entidad, tomando como base una muestra de 14 productos. Con ello, encontró cierta resistencia específicamente en dos: cipermetrina e imidacloprid, los cuales se usan para combatir al gusano cogollero (Spodoptera frugiperda) en los cultivos de maíz.

“La finalidad de este proyecto fue conocer en el estado de Aguascalientes la efectividad o posible resistencia en algunos productos más comunes o más usados en los cultivos, tanto de hortalizas, como de maíz, una vez teniendo este tipo de resultados, poder ver si ya existe resistencia o hay sensibilidad de las plagas a algunos tipos de insecticidas”, comentó el experto.

Explicó que el estudio se puso en marcha al no existir ningún trabajo previo sobre la resistencia de insecticidas en el estado, pese a su elevada productividad en el rubro agrícola. Los análisis se concretaron tanto en laboratorio como en campo, considerando el historial de los plaguicidas que se aplican con más frecuencia en la región, ya que la recurrencia y el tiempo con los que se emplean, aumenta el riesgo de que las plagas generen cierta resistencia a los mismos.

“Cuando vemos esto pensaríamos que Aguascalientes, un estado altamente productor de hortalizas, de maíz, de granos, y el uso frecuente de insecticidas, pensaríamos que ya hay resistencias en muchos productos; sin embargo, nos damos cuenta que la mayoría de estas las plagas todavía tiene sensibilidad a ellos, en solo dos productos encontramos algo de baja sensibilidad”, dijo García Munguía.

Lo anterior no implica que la cipermetrina e imidacloprid no posean ningún efecto, pero su eficacia está por debajo del estándar establecido a nivel producción agrícola, a fin de que la merma no rebase el umbral que propiciaría pérdidas económicas. Si un insecticida ya no cuenta con una eficacia superior al 80 por ciento, entonces las plagas ya han creado cierta resistencia.

“Hay un procedimiento en el campo para medir la efectividad de los productos, lo que hacemos es montar los ensayos experimentales para hacer las aplicaciones de los insecticidas en intervalos de uno, dos, tres, siete y catorce días para hacer las evaluaciones de las poblaciones de los insectos, en este caso, en cada cultivo, por ejemplo: en el jitomate evaluamos mosquita blanca; en el cultivo de maíz evaluamos gusano cogollero; en el cultivo de fresa, trips, chinche lygus; en el cultivo de brócoli evaluamos pulgón y palomilla dorso de diamante. También se hicieron pruebas in vitro en laboratorio, evaluamos diferentes concentraciones de diferentes insecticidas, sometimos estas plagas y evaluamos el efecto ya sea de derribo, el efecto de mortalidad, en cuestión de minutos, horas y días”, refirió el especialista.

También indicó que concretaron dos tipos de análisis, ya que en laboratorio existe una mayor precisión, mientras que en el campo se aprecia la realidad que enfrentan los productores debido a la aplicación de los insecticidas. En ambos casos se evalúan 3 características: sensibilidad, resistencia y eficacia; esto con base en los estándares de medición que existen específicamente para cada una de las plagas.

“Lo ideal, pudiéramos pensar cada tres o cinco años estar evaluando los productos, pero aquí va a estar en función desde hace cuánto tiempo se están usando los insecticidas. Hay productos que apenas entraron a la región, apenas se están usando, pudiéramos pensar que en unos cinco años ya pudiéramos estar monitoreándolos; sin embargo, los que ya tienen rato usándose, pues sí es importante que pudiéramos tener ya un proyecto para seguir evaluándolos y monitorear su eficacia”, aseguró.

Finalmente, el académico de la UAA enfatizó que los hallazgos de estos estudios podrían servir para impartir cursos en la región con los agricultores, a fin de que conozcan los resultados y analicen si creen correcto continuar aprovechando estos productos o introducir aquellos que se ha comprobado funcionan adecuadamente; o si es posible optar por un manejo integrado de dichos insecticidas con otras estrategias sustentables de manejo de cosechas.

Fuente: Agencia Informativa CONACYT