Una tortuga que reemplaza a otra: ¿el remedio para la extinción?
Cuando una especie se extingue, todos los que habitamos la tierra perdemos mucho y nos ponemos en peligro, porque con esa especie se pierden también los servicios ambientales que nos prestaba a los humanos y al resto del ecosistema, que se hace más vulnerable. Ahora, parece que podemos remediar parte de esta tragedia: en las islas Mauricio, un equipo de científicos acaba de lograr que una tortuga exótica cumpla las tareas de pariente suyo que se extinguió, y con ello salvar a un árbol de la desaparición definitiva.
Hasta que desaparecieron, en el siglo XIX, las tortugas gigantes de las islas Mauricio eran las encargadas de dispersar las semillas de un árbol de ébano que sólo se encuentra en la Isla de los Airones. La fruta del ébano es demasiado grande para que los demás reptiles puedan comerla, así que las tortugas eran fundamentales: al digerir los frutos, distribuían las semillas con su excremento. Cuando los cazadores que buscaban su carne y sus caparazones acabaron con ellas, el ébano nativo comenzó lentamente a extinguirse, porque no había ninguna especie que pudiera distribuir sus semillas.
Hoy, el árbol del ébano de Mauricio está en peligro crítico, según la Lista Roja de IUCN, pero puede tener salvación, gracias a un equipo de científicos comandado por Christine Griffiths. Introdujeron, poco a poco, una nueva especie de tortugas en una isla diminuta, la de los Airones, y descubrieron que cumple las mismas funciones que las tortugas gigantes que se extinguieron. Hoy, el ébano empieza a tener una dispersión normal en la isla.
Griffiths y sus colegas advierten que introducir especies exóticas en un ecosistema es jugar con fuego. En México, por ejemplo, las especies invasoras son un problema muy grave, porque alteran el equilibrio de las regiones en las que son introducidas artificialmente. Sin embargo, en ciertas condiciones, pueden no ser un problema, sino más bien un remedio y una forma de frenar la cadena de desastres que desató el hombre en el siglo XIX.
Fuente: Current Biology