¿A quién le importa que se derrita el Ártico?
Desde amazings.es una nota de Enchufa2 que recorrió el Ártico a bordo de la expedición Arctic Tipping Points.
He pasado dos semanas alucinantes recorriendo el Ártico a bordo de la expedición Arctic Tipping Points (un proyecto financiado por el 7º Programa Marco de la UE y el MICINN).
Han sido dos semanas llenas de baches, a pesar de la calma irreal de sus aguas (como la de una bañera de mercurio), debido a los altibajos emocionales incesantes día tras días. Y es que la rutina del barco, creo yo, estaba diseñada con inquina: perfectamente planificada para que los tripulantes del Jan Mayen abandonásemos la expedición sin saber si reír o llorar. Cada día, las excursiones matutinas, los paisajes helados, los emocionantes avistamientos de ballenas, osos y morsas… eran sucedidos por conferencias y presentaciones científicas, donde se hacía imposible eludir que todo aquello está desapareciendo ante nuestros ojos. El Ártico, ese lugar encantado que acabamos de conocer, padece un cáncer de los graves. Valdría para un argumento de drama romántico hollywoodiense si no fuese tan real.
Y quizás ese fuese el problema: la realidad de toda esta historia. En altamar, rodeados de pruebas, probetas y razones, el cambio climático no se deja disfrazar de ficción. No es una película de miedo, un mero entretenimiento, ni siquiera una amenaza, o una noticia emitida durante 2 minutos en el telediario de la sobremesa que cesará en cuanto empiecen los anuncios. En el Ártico, más que en ninguna otra parte, el cambio climático es un hecho: visible e innegable día a día en el deshielo de los glaciares, en la desorientación de los osos polares, en la zona de hielo marginal polar que retrocede hacia un nuevo récord cada año.
Sólo así planteado, como hecho, resulta necesario buscar una respuesta a este problema inminente. De hecho, cada tarde, en las reuniones vespertinas del Jan Mayen, se hablaba de todos estos temas: de la lucha contra el cambio climático, de cómo hacer llegar mejor el mensaje a la sociedad, de cómo conseguir producir cambios significativos; de cómo mejorar el mundo, en definitiva. Eran conversaciones trascendentes, conscientes de su peso, pero sin el menor rastro de escepticismo (para variar).