La pesca, los subsidios y el colapso I: la tragedia de los comunes

La pesca del mundo está acercándose cada vez más al colapso. ¿Por qué, siendo el mar tan ancho y el pescado tan abundante? En esta serie de seis artículos que publicaremos a lo largo de esta semana, intentaremos responderlo, y explicar el papel que juegan los subsidios gubernamentales en esta espiral que amenaza con dejarnos sin cocteles ni ceviches.

Foto: Lionel Grove, licencia CC

El pescado del mundo se acaba. Prácticamente todos los países y todas las pesquerías tienen el problema de que los peces que hay en los mares están en deterioro o al borde de su capacidad. Según la Carta Nacional Pesquera de México, por ejemplo, el 80% de las pesquerías del país están al máximo de su capacidad o en deterioro. En el Atlántico se da uno de los casos más sonados también, el del atún rojo, que está a punto de considerarse especie amenazada.

Que los problemas con los mares abunden por el mundo tiene una razón fundamental: que los recursos pesqueros no son sólo un bien común, que compartimos todos, sino uno de los más difíciles de controlar. Como comunes, las pesquerías se clasifican bajo la categoría de “common-pool resource”, o “recurso común”, aunque la traducción al español es algo imprecisa. Este tipo de comunes son los que son difíciles de “encercar”, de los que es difícil excluir a alguien, y cuyo consumo por alguien “rivaliza” con el de otro[1]. Es muy difícil excluir de facto a alguien de un banco de peces, mucho más si esa especie es altamente migratoria, y si un país o empresa extrae muchos peces está quitándoselos a los demás.

En ausencia de reglas sobre su manejo establecidas entre los actores que tienen acceso a los bienes, los recursos comunes son muy susceptibles de caer en lo que Garrett Hardin, en un artículo clásico, llamó “tragedia de los comunes”[2]. En ese escenario, puesto que hay rivalidad entre los actores con acceso al recurso, y no hay forma de excluir a nadie, cada actor tiene incentivos para apropiarse de todo lo que pueda. Esto provoca que el recurso se aproxime al colapso, lo que, a su vez, hace que cada actor tenga incentivos para extraer la mayor cantidad posible del recurso en el menor lapso de tiempo. De esta forma, se entra en una espiral que acelera todavía más el colapso del recurso en cuestión.

Hay un riesgo muy alto de que los recursos pesqueros del mundo sufran, otra vez en algunos casos, y muy pronto en el de todos, una tragedia similar. Sin un acuerdo sobre el manejo de los recursos pesqueros globales –uno que incluya también a los grandes productores y a los grandes consumidores, y que además se cumpla–, cada país y cada corporación productora tienen incentivos para extraer todo lo posible ahora, y aprovechar después el sobreprecio provocado por ese mismo colapso.

Así, la espiral va avanzando cada vez más hacia el fondo, expandiéndose gracias a lo que Daniel Pauly llamó la «triada tóxica», y de la que hablaremos en el siguiente artículo.

II. La triada tóxica de Pauly

III. Los subsidios según UBC

IV. ¿Qué es, y qué no, un subsidio?

V. ¿Qué permitir y qué prohibir?

y VI. ¿Qué pasa en México?


[1] Los comunes se clasifican según su excludabilidad y la rivalidad de consumo. Los “bienes públicos” (el aire, la paz), son aquellos de los que todos disfrutamos y cuyo consumo por alguien no impide que otro lo disfrute. Los bienes privados son rivales y excluibles (el producto de una granja privada), mientras que los “bienes de club” son excluibles pero no rivales (la televisión por cable).

[2] Publicado en 1968, marcó el inicio de los estudios sobre manejo de la propiedad común y dio un vuelco a la economía y a la economía, política y sociología ambientales: http://www.sciencemag.org/cgi/content/full/162/3859/1243